Un vampiro es, en la cultura popular de varios países, una criatura que se alimenta de sangre de seres vivos para mantenerse activo. Probablemente la base de la mayoría de las ideas acerca de vampiros que forman parte de la cultura popular actual sea el libro Drácula de Bram Stoker, y las películas de cine basadas en él, como Nosferatu y Drácula de Bram Stoker. Algunos estudiosos del vampirismo han sugerido que estas leyendas se hallan relacionadas total o parcialmente con casos de patologías reales como la rabia; interesante el estudio del neurólogo español Juan Gómez Alonso Los vampiros a la luz de la medicina; o la porfiria. Junto con el hombre lobo, el vampiro es quizás el más famoso ser sobrenatural de la cultura popular humana.
La palabra "vampiro" viene de las lenguas eslavas (del alemán vampir, que se deriva del polaco temprano vaper y éste a su vez del eslavo arcaico oper; con raíces indoeuropeas paralelas en el turco y en el persa). Significa a la vez "ser volador", "beber o chupar" y "lobo", además de hacer referencia a cierto tipo de murciélago. Durante la expansión del Romanticismo en Europa, la principal reacción al periodo previo de Ilustración enciclopédica y racionalista, el vampiro se convirtió en una temática común y pasó de la leyenda oral a los castillos y los salones elegantes.
Otros nombres son vurdalak (ruso moderno), vrolok (eslovaco), strigoï o strigoiul (rumano moderno), bukolako o vukodlak (serbio), upiro (polaco), nosferatu (del griego nosophoro (νοσοφορος), portador de enfermedad) y vampyrus (latín).
Características de los vampiros
Aunque la descripción de estas criaturas varía un poco entre autores, tienen varias características en común:
Fueron humanos mortales, pero ahora están en un estado no exactamente vivo pero tampoco muerto, de ahí que se les llame no-muertos.
Suelen ser de aspecto delgado y lánguido, con largas uñas y piel mortecina.
Según algunos autores, los vampiros no se reflejan en los espejos, ya que no poseen alma.
Necesitan sangre fresca para vivir.
Suelen tener fobia a los crucifijos y al agua bendita si son creyentes.
Pueden infectar a otros al morderlos, y convertirlos a su vez en vampiros. Los detalles varían.
Algunos, como Drácula de Stoker, necesitan dormir en tierra de suelo natal.
Poseen una fuerza sobrenatural.
Pueden convertirse en criaturas como lobos, ratas o murciélagos cuando se siente en peligro.
La mayoría sólo puede ser destruido por la luz del sol o al ser decapitado. Los verdaderos Nosferatu sólo pueden morir si se introduce plata bendita en su cuerpo y no hay sangre cerca de ellos en ese momento; de lo contrario, simplemente su cuerpo se destruirá sólo para reconstruirse nuevamente.
Si se le clava una estaca en el corazón, el vampiro no muere, sino que queda paralizado mientras tenga la estaca clavada. Según otras fuentes, si muere, pero hay que dejar la estaca clavada. Y debe ser de madera de ciertos árboles, como el roble.
Si se le decapita muere, en caso de que sea un vampiro de baja categoría (mordido por un vampiro no original).
Los verdaderos Nosferatus pueden soportar la luz del sol, aunque la odian. Los demás vampiros no soportan la luz del sol, que puede destruirlos o herirlos gravemente. Si les da la luz del sol a los vampiros de baja categoría pueden morir pero si llegan a tiempo a la sombra, pueden curar sus quemaduras pues tiene gran capacidad de regeneración.
Se pueden alejar con ajo pues lo odian por su olor muy fuerte. Tampoco toleran el olor a rosas.
Para que un vampiro no original, o de baja categoría se vuelva un verdadero nosferatu debe de beber voluntariamente la sangre de aquel que lo mordió (que en este caso debe ser un nosferatu).
El vampiro es un ser físicamente poderoso, tan fuerte como veinte hombres, de una virilidad extraordinaria y extremadamente sexy. Proyecta sombra aunque se mueven a placer y no en la acción que hace. Debido a su consumo de sangre permanece eternamente joven, y es el señor de los murciélagos, las polillas, el lobo, la rata, el zorro y el búho. Es capaz de transformarse en una nube de polvo o vapor, trepa por las paredes con la facilidad de un insecto y, al menos de un modo limitado, es capaz de controlar la furia de los elementos. En Drácula se afirma también que sólo puede entrar en un edificio si se le invita previamente -un innegable simbolismo sexual- y que tiene que dormir en un ataúd que contenga algo de su tierra natal. Le repugna la flor del ajo (una minúscula flor violeta que despide ese característico olor, no su bulbo, que no despide ningún olor hasta que se corta) y la luz del día le molesta, pero no le daña significativamente. La suposición de que la luz del sol hiere o mata a los vampiros es un mito aparecido en los últimos sesenta años.
Suele considerarse que las armas (balas, dagas, espadas, proyectiles) fabricadas en plata pura le pueden herir, pero no las más comunes de plomo o acero. Existen, por el contrario, opiniones contradictorias sobre la utilidad del fuego para destruir a un vampiro, incluso cuando el fuego procede de armas modernas de alta energía. En cuanto al crucifijo y el agua bendita, es algo que Stoker se sintió obligado a incluir en su novela dado el carácter fanáticamente religioso de la sociedad de su tiempo, pero no parece que tengan más fuerza que la de su propio simbolismo. Esto significa que si el vampiro era cristiano cuando estaba vivo, puede sentirse espantado ante tales símbolos, pero si no lo era, no servirán de gran cosa. Con los vampiros más viejos, que nacieron muchos milenios antes de la aparición del cristianismo, la cruz y el agua bendita no serían más que curiosidades históricas carentes de todo poder.
Historia de los vampiros
Si bien existen sugerentes leyendas en todas las civilizaciones de la Antigüedad, desde Egipto a Sumeria, la primera referencia histórica del vampiro se encuentra en la obra de Lucio Apuleyo, un escritor y filósofo romano, que vivió entre los años 125 y 180. Su novela De Asino Aureo cuenta la historia de dos hermanas malignas, Meroe y Panthia, que bebieron la sangre de un tal Sócrates (ninguna relación con el gran filósofo griego). Las hermanas cerraron las heridas de Sócrates con una esponjilla para que éste no se diera cuenta de la pérdida de sangre, pero cuando al día siguiente se inclinó para beber agua de un río, la esponjilla se cayó al agua, y tras ella la última gota de vida.
El vampiro como muerto viviente bebedor de sangre ya era conocido en las leyendas de algunos países, siendo posible encontrar relatos en Inglaterra y Dinamarca durante el siglo XII que nos hablan de seres parecidos. Con el tiempo, y especialmente gracias a las novedades que aportaba el llamado Siglo de las Luces, donde se vive el triunfo de la razón y el desprestigio de las supersticiones, fueron poco a poco desapareciendo. Pero años más tarde surgió una de las personas que más hizo para avivar estas creencias en el vampirismo, aunque su idea inicial era refutar su existencia: el padre benedictino Dom Augustin Calmet (1672-1757). Calmet vulgarizó en el siglo XVIII las leyendas y fábulas de Centroeuropa sobre los vampiros, exponiendo en su obra Tratado sobre los vampiros (1746) las historias de estos seres en tierras de Austria, Hungría, Polonia, Serbia, Moravia, Silesia y Prusia, aunque también anotó casos de lugares tan distantes como Perú, Laponia o Inglaterra.
También han existido las leyendas de vampiros en España, como muestran las guaxas en Asturias, las guajonas en Cantabria y las meigas chuchonas en Galicia, todas ellas con un solo colmillo para succionar la sangre de sus víctimas, sobre todo niños.
Patología psiquiátrica y vampirismo(lo más interesante)
Adicionalmente, se debería destacar un origen etiológico del mito que se repite con cierta frecuencia en la galería de monstruos del cine: las enfermedades mentales. Este apartado se refiere específicamente a la patología psiquiátrica.
La historia ha dejado una serie de personajes a los que se le ha atribuido una atracción patológica por la sangre humana. Desde el caballero Gilles de Rais (1400-1440), antiguo compañero de armas de Juana de Arco, que buscando en la sangre el secreto de la piedra filosofal torturó y dio muerte a unos 300 niños, hasta la ya conocida condesa Erzsébet Báthory, que supuestamente bebía sangre de doncellas para mantenerse joven.
El primer vampiro moderno fue el húngaro Bela Kisz que inició sus actividades en 1912 a raíz de la infidelidad de su joven esposa. Cuando se fue a la guerra dos años después y no volvió, se le supuso muerto, y al entrar en sus propiedades las autoridades descubrieron dos barriles metálicos con los cuerpos de su mujer y su vecina. Posteriormente, encontraron otros diecisiete barriles más con otras tantas mujeres en su interior que habían sido estranguladas; además, presentaban unas heridas en el cuello y no se halló ni una gota de sangre en sus cuerpos. Bela Kisz nunca fue encontrado, y se le consideró un desaparecido de la guerra.
La fama de vampiro la tuvo mayormente el alemán Peter Kürten (1883-1931), más conocido como "El Vampiro de Düsseldorf", que inició sus actividades de muy joven, torturando y matando a animales. A los cinco años intentó ahogar a un compañero mientras jugaban en una embarcación y a los nueve años preparó un accidente en el que murieron dos muchachos. Pese a sus maneras apacibles y su aspecto imperturbable y pese a ser considerado por sus vecinos como una persona seria, honesta y amable, fue condenado por diversos delitos como robo, asalto o deserción de sus obligaciones militares. Su primer homicidio, una niña de ocho años, tuvo lugar en 1913, y al final de su vida fue acusado de nueve asesinatos y siete intentos de asesinato. Murió sin arrepentirse de sus actos y sin sufrir remordimientos por ellos. Su pasión por la sangre le hizo decir antes de ser guillotinado: "Después de que me decapiten, podré oír por un momento el sonido de mi propia sangre al correr por mi cuello. Ese será el placer para terminar con todos los placeres". Esta historia fue llevada al cine como M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang (1931), donde Peter Lorre hacía una magnífica interpretación del asesino.
Otros asesinos han sido definidos como vampiros por su atracción por la sangre. Se puede citar a Martin Dumollard, quien mató a varias mujeres en Francia en 1861 y bebió su sangre. También en Francia en 1878 Joseph Vacher bebió la sangre de una docena de sus víctimas. En Italia, Vincenzo Verzenia asesinó a dos mujeres para beber su sangre y Eusebius Pleydagnelle mató a seis mujeres por el mismo motivo. En Polonia, Stanislav Modziellewski y Juan Koltrun, el llamado "Vampiro de Podlaski", obtuvieron fama porque bebieron la sangre de sus víctimas, al igual que el argentino Florencio Roque Fernández. En la década de los 70 fueron descubiertos el milanés Rantao Antonio Cirillo y Richard Trenton Chase, "El Vampiro de Sacramento", que según dijo necesitaba beber sangre para renovar la suya. La californiana Deborah Finch en 1992 que ingirió la sangre de su víctima tras un supuesto pacto suicida. John Crutchley que, entre otros asesinatos sangrientos, mantuvo prisionera a una de sus víctimas en 1985 para poder beber su sangre poco a poco. Marcello de Andrade que mató en 1991 a 14 jóvenes en Río de Janeiro para rejuvenecerse con su sangre. Magdalena Solís, una mujer mexicana que desarrolló una psicosis teológica al creerse una diosa y organizó un culto pseudo religioso y orgiástico con sacrificios humanos que terminaban bebiéndose la sangre de sus víctimas. James Riva, que fascinado por los vampiros desde los 13 años, mató a su abuela en 1980 para beber su sangre como método defensivo, pues creía que era una vampira que se alimentaba de él mientras dormía.
La lista es larga y continua con el famoso Fritz Haarmann "El Vampiro de Hannover" y seguir con Wayne Boden "El Vampiro Violador", Nicolas Claux "El Vampiro de París", etc. Así como otros que han sido apodados vulgarmente por la gente o mayormente por los medios de comunicación como "vampiros" o "dráculas".
Han existido también fraudes vampíricos en los asesinos en serie; el ejemplo más llamativo es el de John George Haigh, apodado como "El Vampiro de Londres", quien utilizó la imagen del vampiro para crear el terror en la mente de las personas y, pese a que no se encontraron evidencias de que bebiera la sangre de sus víctimas ni de que actuara bajo ningún tipo de compulsión por ella, alegó el vampirismo para que le declararan incapacitado mental cuando lo arrestaron en 1949.
Para poner el punto psiquiátrico final a este tema, cabe destacar a un "vampiro" que surgió recientemente influenciado de forma directa por el cine. Se trata de Allan Menzies, un joven escocés de 22 años adicto al cine que se obsesionó con la película "Queen of the Dammed" ("La Reina de los Condenados") de Michael Rymer (2002)basada en la novela homónima de Anne Rice, según declaró posteriormente a su detención tras matar a Thomas McKendrick (un amigo de 21 años que le facilitó la película por primera vez), vio la película más de cien veces durante ese mes y al final hizo un pacto con Akasha, la vampiresa interpretada por la fallecida cantante estadounidense Aaliyah, para que le convirtiera en inmortal si mataba a alguien. Cuando un día su amigo se burló e hizo comentarios sexuales sobre la actriz, Allan se abalanzó sobre él, le asestó 42 puñaladas y le destrozó la cabeza con más de 10 martillazos; finalmente se bebió su sangre y comió parte de su cerebro. Durante el juicio no se mostró arrepentido en ningún momento e insistía en haberse convertido en un vampiro inmortal; el juez dictó la sentencia en 2003 condenándolo a cumplir al menos 18 años en prisión sin posibilidad de salir en libertad condicional, opinando que era "un demonio, violento y altamente peligroso, no apto para estar en libertad". Este individuo aparecio muerto en su celda dandose la noticia el 15 de Noviembre de 2004. Se cree que se quito la vida.
Es de destacar que la psiquiatría se ha interesado por estos casos de conducta anormal donde hay una necesidad compulsiva de sentir o ingerir la sangre, existiendo o no el autoengaño creencial de ser un vampiro. Muchos han sido diagnosticados como psicóticos o esquizofrénicos, aunque otros han definido su enfermedad como lo que podría encuadrarse en el llamado "vampirismo clínico" y que se ha intentado renombrar como Síndrome de Renfield, en referencia al personaje enfermo mental y siervo de Drácula que aparece en la obra de Stoker, un comedor compulsivo de moscas y arañas cuyo fin era el de absorberles su fuerza vital.
Pese a que este síndrome no está establecido ni aceptado completamente por el mundo médico, el psicólogo Richard Noll, en su libro "Bizarre Diseases of the Mind" (1990), dice que suele producirse con mayor frecuencia en los varones, e intenta establecer una serie de fases en su desarrollo:
Infancia: el primer estadio suele producirse durante la infancia, cuando el niño se ve involucrado en un incidente sangriento en el que descubre la excitación de la sangre.
Autovampirismo: donde descubre el placer que le provoca la visión o el sabor de su propia sangre.
Zoofagia: donde pasan a probar la sangre de animales, siendo especialmente atraídos por los denominados animales de compañía.
Vampirismo clínico: es el estado más avanzado del síndrome, en el que pasa a ingerir voluntariamente la sangre de otros seres humanos mordiendo a las víctimas por placer, lo que les proporciona una enorme satisfacción hasta llegar al éxtasis, ya que el sabor de la sangre actúa para ellos como si fuera una droga.
Fuente: http://www.wikipedia.com
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